A tu esplendor se opone soberano
de candor sensitivo, nube helada,
porque a poder tu luz ser eclipsada,
lo pudiera ser sólo de tu mano

Milagro de los cuentos en la voz ancestral de los abuelos, castillos y palacios, duendes y hadas, puente de los fantasmas, musgo para los sueños, armonía de un tiple junto al pilón. Tierno maíz, dorada redondez de los buñuelos. Implacable reloj que me lanzó de pronto a ser grande, así sin previo aviso, sin tiempo de ordenar la valija para ese itinerario de la vida...

(Beatriz Zuluaga)

Por el aire los pájaros tan sólo van, por el día las nubes siguen remando cielo, lentas, como brazos abriéndose, pero una carta vive en las cenizas y en el escombro liso de los ojos.

(Eladio Cabañero)

Hora de ti bajando la escalera. No puede ser que un labio sienta tanto desdén cuando mira lo prieto que está sin quererlo. Me abruma el rápido desliz con el que bajo sintiendo la subida.

(Concha García)


Alza la tapa. Escucha. La música será como un alivio, como un bálsamo azul, como un portazo y luego este silencio. Los amigos se fueron, perdieron el camino y los recuerdos. Sólo queda esa música. Alza la tapa y oye. Piensa que ellos han vuelto y empujarán la puerta que traen los rones viejos y la inconformidad que bailarán de nuevo aquella melodía, aunque no sea igual, aunque no lleguen nunca, aunque alces la tapa y no suene la música.

(Odette Alonso)

Si todo fuese así, si en el pasado no fuera uno la estatua de sí mismo en una plaza oscura y sin palomas, o el actor secundario de una obra retirada de escena, me pregunto qué sería de nosotros, que sellamos un pacto tan antiguo como el color del aire en la mañana. Qué habría de ser entonces, sin memoria, de nosotros, que hacemos renacer al juntar nuestras manos esta noche tantas noches y lunas y ciudades y tembloroso mar de las estrellas.

(Felipe Benitez Reyes)

Viajero de los mares, un jazz de golondrinas me acercó el imposible perfil de las acacias. Siento sus manos, oigo como una lluvia triste, como un gorrión herido temblando en mis espaldas.

Mi armadura deshecha se deshace y de sus mallas muertas salen fuegos azules. Puedo verlos, tiemblan. Tiro el guante de hierro, soy tu siervo. El mar que me acompaña por un mar de sombra se deshace en el vacío

Y la materia tiembla, tiembla sobre boticas y birretes, sobre encuadernadores de siglos educados, y como un dios que entra apartando trigales enlutados, sólo su clima sólido de súbito abre auroras profundas, vigiladas, para poner de pie cada año a la tierra.

(Manuel del Cabral)

Con un escalofrío se presentía entonces el amor fugitivo como un trovador, bello de lazos y de cintas, que, junto a un cenador donde una tea alumbra, bajara por la escala del desmayado cuerpo de la infanta al par que entre la fronda el ruiseñor perfuma de armonía la noche. Erraba en las almenas un vago suspirar de abandonados velos, de cabelleras lánguidas flotando en los estanques, y un ajimez quedaba solo frente a la luna adormecida por el laúd de los besos.

(Pablo García Baena)

Nunca noche ninguna ni trámite se fueron tan despacio.Volvía a los lugares recientes, repetíalas aguas, tarde siempre para enfilar los pasos escogidos, y volvía a partir; la noche inmensa comenzaba conmigo a mis espaldas.

(Carlos Barral)

Si mucho es esperarte, aún más fuera esperanzarte. Ciega mi impotencia, no sabe de accidentes ni de esencia. De ahí, el querer, quizás lo que no quiera.

(Rafael Guillén)

Subo la cuesta y nadie va delante. Bajo y tu sombra no me sigue los pasos. Mi corazón se ha vuelto charco turbio de lluvia donde tiembla tu rostro.

(Irene Sánchez Carrón)

Porque la noche los unía, los empujaba suavemente al lecho en que los cuerpos celebran los ritos de la inmediatez, al reino de la inocencia y de lo verdadero...

(Eloy Sánchez Rosillo)

No ha acabado el eclipse. La noche sigue proponiendo al aire proyectos infinitos que ya apenas perturban porque se abandonaron: hoy devienen derrotada memoria de una herida que no defiende nadie.

(Carlos Sahagún)

Deja correr el río de la vida, llevándose las aguas que estás viendo, para que tengan lugar ante tus ojos las aguas que no viste todavía, y ya están viniendo...

Hay días en que las horas son lo mismo que las olas, y todo lo que vives, hasta lo más pequeño y lo más raudo, deja su huella en nuestra sangre, como esa golondrina deja en los ojos que la ven la sombra de su vuelo.

Vuelves tú, difuminada imagen de mí mismo,vuelves apenas a entregarme sólo la ambigüedad al fin, no el contenido tenaz de aquellos años sin fronteras en que íbamos descalzos, insumisos, y era verdad la vida solidaria aun con invierno y barro en los caminos.

Entre ti y el aire mi amor era un manto. Te llevaba en su urna diamante mi sueño más cándido; los inmóviles besos rozaban apenas tu sien y tus manos. Sumisa la sangre, oculta en sus ánforas, tersa, leve, radiante, reflejaba sólo tu sonrisa plácida, o se hacía una rosa gigante cuando te rozaba...

(Carlos López Narvaez)

¡Cómo han cambiado los aires
a lo largo de su tiempo!,
ayer con ellos dormía,
hoy le mantienen despierto;
el sol y la lluvia, amigos,
revelan su arcano lamento.

(Antonio García Sanz)

Quizás no se deba ir más lejos. Aventurarse quizás apenas sea desventurarse más, alejarse un atroz infinito del sueño al que accedemos para irisar la vida, como el juego de luces que encendía, en la infancia, el prisma de cristal, el lago de tristeza, ciertas islas.

(Ida Vitale)

Todo lo que decimos inaugura distancias, estructura de modo distinto lo que somos, y nuestra relación con lo que existe, cambia de decorado y cambia de guión, modifica el sentido de las leyes y nos hace asumir actitudes y fines que antes ni siquiera imaginábamos...

(Jesús Aguado)



Y queda un resplandor, una callada imagen, un fragmento de tiempo que impreciso se ahonda y nunca más se ha sido: se está siendo porque en su dimensión la forma dura.

(Jaime Siles)

Todas las noches, apenas el sol hundía en el horizonte su disco de diamante y las nubes encapotaban el cielo, en esos momentos de calma que preceden a la tempestad, veíase, en pie sobre el torreón que hoy se conserva de los lujosos baños de la Cava, una figura descarnada y seca, con el cabello suelto al aire, volviendo a todas partes la triste mirada de sus ojos, sin expresión y sin vida; de repente, elevaba la vista hacia el que fue paladio de Don Rodrigo; el viento, que rugía, modulaba un grito prolongado, y, al espirar, otra sombra, la sombra de un hombre armado de todas armas, pero con la cabeza desnuda, surgía también sobre el arruinado alcázar.

La hechicera desaparece y con ella el escándalo terrorífico que ha dejado un intenso olor a azufre en todo el callejón, volviendo la más horrible de las calmas... Don Felipe, creyéndose ya muerto observa su aterrada cara en el reflejo de un charco de la calle, se incorpora y huye ráudo dejando atrás las monedas que rozaron la mano del mismísimo Satán. Desde entonces, y como recuerdo de tan peregrino suceso, dióse el nombre de "callejón del Infierno" al lugar donde acaeció tragedia tan extraña.

Celebrando nostalgias y amistades solitarias que, al primer hervor, resucitan en tardes de tertulia, sin fecha ni reloj. Entrañable aroma de sabor, de olor, de color, café. Confidencia última al oído, reavivando la brasa cálida del alma, íntima, sumida en el olvido.

(Luis Tamargo)

Calcinada cerámica con alma de fuente, en la noche sudada de fiebres y marismas. Apagado el pulso de viento del velero perdido en el sargazo, su alma sin brújula voló para Talavera, donde todavía le quedaba el recuerdo...

Delante de la imagen rezó una oración dando gracias de su recuperación, tomó el alfiler, lo besó y lo introdujo en la hornacina de cristal donde estaba la virgen. Cual fué la sorpresa de la joven muchacha que justamente detrás de ella había alguien realizando otra plegaria. Cuando María se dió cuenta no quiso volver la cabeza hasta que el devoto terminara su rezo. Ambos no se conocían de nada, eran dos perfectos desconocidos. Cuando terminaron sus plegarias y tomaron camino, volvieron sus cabezas, cruzándose sus miradas reflejando un sentimiento especial que ninguno supo definir. Pasaron los días y ambos jóvenes se dirigín al mismo lugar a realizar sus oraciones pero con el deseo de verse. Desde ese momento todas las mozas rezan a la Virgen depositando un alfiler como ofrenda para ver realizado su petición de matrimonio.

El silencio llenó la pequeña tienda, y dos lágrimas rodaron por mi cara en cuanto mis manos tomaron el envoltorio. La verdadera donación es darse por entero, sin restricciones. La gratitud de quien ama no coloca límites para los gestos de ternura.

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